Una persona enfadada lo último que desea escuchar es.... UN CUENTO. Sin embargo en esta entrada traigo algunos relatos que pueden servir para "hacer pensar" sobre las consecuencias, lo inaceptable e inútil que suelen ser este tipo de reacciones y cómo se pueden abordar los problemas con los demás de "forma diferente".
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"Siempre tendremos razones para estar enfadados, pero esas razones,
rara vez serán buenas" Benjamin Franklin
El cuento: EL COLECCIONISTA DE INSULTOS
En los días que corren es conveniente cederle
un espacio a esta alegoría budista que transcribe Paulo Coelho y que hará
pensar a muchos.
Cerca de Tokio vivía un gran samurai, ya
anciano, que se dedicaba a enseñar el budismo zen a los jóvenes. A pesar de su
edad, corría la leyenda de que era capaz de vencer a cualquier adversario.
Cierto día un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos pasó por la
casa del viejo. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación esperaba
que el adversario hiciera su primer movimiento y, gracias a su inteligencia
privilegiada para captar los errores, contraatacaba con velocidad fulminante.
El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una batalla. Conociendo la
reputación del viejo samurai, estaba allí para derrotarlo y aumentar aún más su
fama.
Los estudiantes de zen que se encontraban
presentes se manifestaron contra la idea, pero el anciano aceptó el desafío.
Entonces fueron todos a la plaza de la ciudad, donde el joven empezó a provocar
al viejo. Arrojó algunas piedras en su dirección, lo escupió en la cara y le
gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a sus ancestros. Durante
varias horas hizo todo lo posible para sacarlo de sus casillas, pero el viejo
permaneció impasible. Al final de la tarde, ya exhausto y humillado, el joven
guerrero se retiró de la plaza.
Decepcionados por el hecho de que su maestro
aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:
-¿Cómo ha podido soportar tanta indignidad?
¿Por qué no usó su espada, aun sabiendo que podría perder la lucha, en vez de
mostrarse como un cobarde ante todos nosotros?
El viejo samurai repuso:
-Si alguien se acerca a ti con un regalo y no
lo aceptas, ¿a quién le pertenece el regalo?
-Por supuesto, a quien intentó entregarlo
-respondió uno de los discípulos.
-Pues lo mismo vale para la envidia, la rabia
y los insultos añadió el maestro-. Cuando no son aceptados, continúan
perteneciendo a quien los cargaba consigo.
Nadie nos agrede o nos hace
sentir mal: somos nosotros los que decidimos cómo sentirnos. No culpemos a
nadie por nuestros sentimientos. Somos los únicos responsables de ellos.
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El cuento del ladrillo boomerang.
Había un tipo que andaba por el mundo con un ladrillo en la mano. Había
decidido que a cada persona que lo molestara hasta hacerlo
rabiar, le
tiraría un ladrillazo. Método un poco troglodita pero que
parecía efectivo, ¿no?.
Sucedió que se
cruzó con un prepotente amigo que le contestó mal. Fiel a su designio, el tipo agarró el ladrillo y se
lo tiró.
No recuerdo si
le pegó o no. Pero el caso es que después, al ir a buscar el ladrillo, esto le pareció incómodo.
Decisión mejorar
el “sistema de autoprotección a ladrillo”, como él lo llamaba:Le ató al
ladrillo un cordel de un metro y salió a la calle. Esto permitiría que el
ladrillo no se alejara demasiado. Pronto comprobó que el nuevo método también
tenía sus problemas. Por un lado, la persona
destinataria de su hostilidad debía estar a menos de un metro. Y por
otro, que después de arrojarlo, de todas maneras tenía que tomarse el trabajo
de recoger el hilo que además, muchas veces se ovillaba y anudaba.
El tipo inventó
así el “Sistema Ladrillo III”: El protagonista era siempre el mismo ladrillo,
pero ahora en lugar de un cordel, le ató un resorte.
Ahora sí, pensó,
el ladrillo podría ser lanzado una y otra vez, pero solo, solito regresaría.
Al salir a la
calle y recibir la primera agresión, tiró el ladrillo. Le erró ... pero le erró
al otro; porque al actuar el resorte, el ladrillo regresó y fue a dar justo en su propia
cabeza.
El segundo
ladrillazo se la pegó por medir mal la distancia.
El tercero, por
arrojar el ladrillo fuera de tiempo.
El cuarto fue
muy particular. En realidad, él mismo había decidido pegarle un ladrillazo a su
víctima y a la vez también protegerla de su agresión.
Ese chichón fue
enorme ...
Nunca se supo si
a reír de los golpes o por alguna deformación de su ánimo, nunca llegó a pegarle
un ladrillazo a nadie.
Todos sus golpes
fueron siempre para él.
Este mecanismo
se llama retro-flexión y consiste básicamente en proteger al otro de mi
agresividad. Cada vez que lo hago, mi energía agresiva y hostil es detenida
antes de que llegue al otro, por medio de una barrera que yo mismo pongo. Esta
barrera no absorbe el impacto, simplemente lo refleja; y toda esa bronca, ese fastidio, esa agresión
me vuelve a mí mismo. A veces con
conductas reales de autoagresión (daños físicos, comida en exceso, drogas,
riesgos inútiles) otras veces con emociones o manifestaciones disimuladas (depresión, culpa,
somatización).
Es muy probable
que un utópico ser humano “iluminado”, lúcido y sólido jamás se enojara. Sería útil para nosotros no
enojarnos. Sin embargo una vez que sentimos la bronca, la ira o el fastidio, el
único camino que lo resuelve es sacarlos hacia fuera transformados en acción.
De lo contrario lo único que
conseguimos, antes o después, es enojarnos con nosotros mismos.
Ver Vídeo AQUÍ
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de Jorge Bucay, del libro:
"Recuentos
para Demián"
Una de la dificultades del manejo de la RABIA es que es una emoción muy energética que nos prepara para defendernos o atacar y por ello debemos aprender a "canalizar" o "expresar" su acción sin dañar.
Una de la dificultades del manejo de la RABIA es que es una emoción muy energética que nos prepara para defendernos o atacar y por ello debemos aprender a "canalizar" o "expresar" su acción sin dañar.
Lee en el Blog ¿Es un problema la ira?
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Escucha también el cuento: EL NIÑO Y LOS CLAVOS
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Cuento de la ira y la montaña
Un hombre tenía recurrentes accesos de IRA que no lograba controlar. Muy preocupado por ello, se enteró de una persona que podía aconsejarle. Dicha persona vivía en la cima de una montaña. Decidido en visitarlo, acudió ante él y le expuso el problema, a lo que el sabio dijo:
- Amigo mío, hasta que no vea tu ira, no puedo aconsejarte. Cuando tengas un acceso de furia, ven y muéstramela, y de esta manera podré valorar la situación y alcance que te atañe.
Unos días después, el hombre sintió mucha ira y fue a visitar al sabio, pero cuando llegó ya se le había pasado y así se lo transmitió al sabio.
- Así no puedo aconsejarte. Necesito verte airado. La próxima vez ven con mayor diligencia- le dijo el sabio.
Unos días después, nuevamente apareció la incómoda ira y de manera ofuscada, el hombre acudió de nuevo hacia el lugar donde se encontraba el sabio, pero nuevamente, al llegar, ya no la sentía.
- ¡Vaya! - exclamó el sabio-. Tendrás que venir más rápido la próxima vez que te invada la ira.
Por lo que el hombre se fue nuevamente sin obtener una solución a su mal.
Unos días después, en cuanto sintió ira, el hombre salió corriendo tanto como pudo. Jadeante y exhausto, llegó a la cima de la colina, pero la ira ya había desaparecido.
Y el sabio le dijo:
- ¿Lo ves? La ira no te pertenece. Viene y se marcha como un torbellino. Lo que tienes que hacer es no dejarte atrapar por ese torbellino y buscar como mantenerte en pie no ser arrastrado por el torbellino de la ira
- Amigo mío, hasta que no vea tu ira, no puedo aconsejarte. Cuando tengas un acceso de furia, ven y muéstramela, y de esta manera podré valorar la situación y alcance que te atañe.
Unos días después, el hombre sintió mucha ira y fue a visitar al sabio, pero cuando llegó ya se le había pasado y así se lo transmitió al sabio.
- Así no puedo aconsejarte. Necesito verte airado. La próxima vez ven con mayor diligencia- le dijo el sabio.
Unos días después, nuevamente apareció la incómoda ira y de manera ofuscada, el hombre acudió de nuevo hacia el lugar donde se encontraba el sabio, pero nuevamente, al llegar, ya no la sentía.
- ¡Vaya! - exclamó el sabio-. Tendrás que venir más rápido la próxima vez que te invada la ira.
Por lo que el hombre se fue nuevamente sin obtener una solución a su mal.
Unos días después, en cuanto sintió ira, el hombre salió corriendo tanto como pudo. Jadeante y exhausto, llegó a la cima de la colina, pero la ira ya había desaparecido.
Y el sabio le dijo:
- ¿Lo ves? La ira no te pertenece. Viene y se marcha como un torbellino. Lo que tienes que hacer es no dejarte atrapar por ese torbellino y buscar como mantenerte en pie no ser arrastrado por el torbellino de la ira
Piensa en LAS LECCIONES de estos cuentos antes de IRRITARTE TANTO!!!!
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